lunes, 12 de enero de 2015

            


          Hubo un tiempo en el que el estado del bienestar era sólido, firme, fuerte y fluido y en el que el trabajo social  sostenía su estructura y práctica con razonamientos mucho más seguros y eficaces.
      Hubo un tiempo en el que la acción social dejó de ser benéfica para ser portadora de derechos sociales y  no se sometía a más intereses que a los de una ciudadanía que buscaba el reconocimiento de sus derechos.
         Hubo un tiempo en el que las administraciones que gestionaban  las políticas sociales fomentaban el servicio a la ciudadanía  y permitían a sus profesionales que ejercieran su responsabilidad ética sin presiones ni coacciones.
         Hubo un tiempo de mayor  compromiso  profesional y menor sometimiento  a la desidia y la inacción de las políticas  clientelistas que convierten  a trabajadores capaces en funcionarios  serviles.
          Hubo y hay nuevos tiempos en los que las acciones benefactoras son la base de la acción social y a los/as trabajadores/as  sociales  se les delega únicamente  la distribución de recursos reduccionistas y propagandistas.
De nuevo la caña y el pescado se hacen protagonistas de las políticas sociales pero con importantes modificaciones: se deja  de adquirir  cañas, para  invertir solo en distribución de pescado. Y “los  consumidores” de los actuales servicios sociales, surtidos  de pescado, al pedir su caña para aprender a pescar por sí mismos, se encuentran  con las existencias agotadas, las estructuras sociales fragmentadas  y a los  trabajadores minimizados.
       Cuando el estado del bienestar era sólido, sus profesionales eran fuertes, útiles y empoderaban a la  ciudadanía. Pero cuando la acción social se ha  coagulado y  anquilosado, muchos de estos  profesionales se han acomodado en un escenario que no les representa, viendo  administrar recursos de forma injusta e  irresponsable, disculpando incompetencias con complicidades y haciendo como que no se ve.  

Hubo un tiempo en el que estado de bienestar era sólido. Nuevos tiempos nos obligan a recuperarlo, a  recuperarnos….







PD: Tanto el título como el contenido de este post me lo ha  inspirado un libro que he leído recientemente y recomiendo. Se trata de “Todo lo que era sólido” de Antonio Muñoz Molina

MAREA NARANJA

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